En la teología cristiana, la kénosis (del griego κένωσις: «vaciamiento»)[1]​ es el vaciamiento de la propia voluntad para llegar a ser completamente receptivo a la voluntad de Dios.

La palabra ἐκένωσεν (ekénōsen) es usada en la Biblia en la epístola a Filipenses 2,6-7,[2]​ “Quien siendo en forma de Dios, no consideró ello como algo a que aferrarse; sino que vaciándose (ekénosen) a sí mismo, tomó forma de siervo, siendo hecho en semejanza de hombre y hallado como uno de ellos...”, usando el verbo κενόω (kenóō) "vaciar". En la fe cristiana, se asocia con los términos «anonadamiento»,[3]​ «vaciamiento», «despojamiento», «desapego» o «desasimiento» del alma.[4]

Uso en el Nuevo Testamento

editar

El Nuevo Testamento no hace uso de la actual palabra kénōsis, pero el verbo kenóō se encuentra cinco veces (Romanos 4,14; 1 Corintios 1,17 y 9,15; 2 Corintios 9:3; Filipenses 2,7).[5]​ De estas cinco veces es en Filipenses 2,7 en donde se dice que Jesús "se vació a sí mismo", lo cual es el punto de inicio de las ideas cristianas de kénosis.

Juan el Bautista muestra esta postura cuando dice sobre Jesús: "es necesario que Él crezca y yo disminuya" (Jn 3:30).

Kénosis en la Cristología

editar

San Juan de la Cruz

editar

El concepto de la kénosis es usado tanto como explicación de la Encarnación y como indicación de la natural actividad y voluntad de Dios. La obra Noche oscura del alma de San Juan de la Cruz es una explicación particularmente lúcida del proceso de transformación del creyente hacia la figura o "semejanza de Cristo".

Un dilema aparente surge cuando la teología cristiana postula a Dios fuera del tiempo y del espacio, quien entra en el tiempo y el espacio para convertirse en humano. La doctrina de la kénosis apunta a explicar que el Hijo de Dios escogió renunciar en términos de sus atributos divinos, en orden a asumir naturaleza humana. Desde la encarnación Jesús es simultáneamente verdadero hombre y verdadero Dios. La kénosis sostiene que estos cambios fueron temporalmente asumidos por Dios en su encarnación. Cuando Jesús asciende a los cielos después de la resurrección, reasume completamente todos sus atributos divinos.

Específicamente se refiere a los atributos de Dios que son pensados como incompatibles con una naturaleza humana. Por ejemplo la omnipotencia, omnipresencia, omnisciencia, tanto como su aseidad, eternidad, infinitud, impasibilidad, e inmutabilidad. Los teólogos que comparten este doctrina a menudo apelan a la lectura de Flp 2:5-8. Críticos de la teología de la kénosis argumentan que el contexto de Filipenses 2,5-8 se refiere a Jesús tomando la forma de un sirviente para ocultar su transfiguración divina, o abandonando su lugar y posición en el Cielo para vivir entre los hombres, en oposición a abandonar sus atributos o naturaleza.

La cristología kenótica se enfoca en ciertos pasajes de los evangelios en los que Jesús de Nazaret no fue omnisciente acerca de la fecha de la Segunda Venida y pone su atención en el hecho que Él no era omnipresente durante la encarnación. Llegó a ser un tema central en los debates protestantes del siglo dieciséis, y se reavivó en el siglo diecinueve para reinterpretar la doctrina clásica de la encarnación.

Referencias

editar
  1. Ministerio de apologética e investigación cristiana (ed.). «Kénosis». Archivado desde el original el 14 de marzo de 2012. Consultado el 19 de marzo de 2012. 
  2. Enciclopedia Cristiana. «Kenosis». Consultado el 19 de marzo de 2012. 
  3. Ferrer Barriendos, Vicente (2015). Jesucristo, nuestro Salvador: Iniciación a la Cristología. Madrid: Ediciones Rialp. p. 59. ISBN 978-84-321-4469-1. Consultado el 25 de junio de 2015. 
  4. del Carmelo, Juan (2011). La sed de Dios. España: Dagosola Ediciones. p. 155. ISBN 978-84-613-1628-1. Consultado el 25 de junio de 2015. 
  5. G. Iammarrone. «Artículo sobre la palabra». Consultado el 19 de marzo de 2012.